S.O.S ADOLESCENTES EN CASA

Estrategias básicas para familias en apuros

La primera idea que tenemos que tener en cuenta como padres y madres, es que la adolescencia es una fase conflictiva, principalmente para tu hij@, debes ponerse en su piel. Aunque todas las personas hemos pasado por esa etapa vital, las circunstancias son siempre distintas y por tanto cada joven lo vive de una manera muy diferente.

Es comprensible que los vertiginosos cambios físicos, los cambios de aspiraciones, de ideas, de formas de ver el mundo, de cambios en la manera de procesas la información, incluso de cómo funciona su cerebro hacen que padres madres, hijos e hijas se sientan muy perdidos; y da lo mismo cuantos hijos tengas, cada proceso adolescente es muy personal y único.
Es una etapa en la que los padres y madres debemos cambiar nuestra forma de estar y tratar con ellos, por que ya no son infantiles, ni son aún jóvenes, ni adultos. Lo peor es seguir las estrategias educativas que estábamos haciendo hasta ese momento o querer aplicar “recetas”, porque cada persona es única. Sí, lo sé, es un reto, pero puede ser también un proceso muy hermoso en el que ambos aprendáis, el uno del otro.
La comunicación fluida ayuda mucho, pero a veces la paciencia es la mejor herramienta a la hora de afrontar a un adolescente, y cuando se pierde la paciencia, más paciencia.
Convivir con adolescentes, no es una misión imposible.

POR QUÉ SE COMPORTAN ASÍ. Algunos aspectos básicos.
Pon tu cabeza en modo “comprender”, antes de seguir leyendo.

La etapa adolescente es una fase de búsqueda de la independencia personal, de “corte del cordón umbilical” emocional que existía hasta ese momento con los padres y madres. No siempre se da a la misma edad, pero en nuestra cultura se está dando entre los 12 y los 17 años (cada niño, cada niña es particular). Ya sé que has pensado “¿todos estos años me quedan de sufrimiento?, pues debes erradicar esos sentimientos de tu forma de pensar sobre tus hijos, porque no te van a ayudar.
No siempre se da, pero puede existir una etapa previa, o en los primeros años, que denominamos preadolescencia. Una fase de turbulencias, reproches, rechazos, enfrentamientos, que no solo tus pasas mal, sino que tu hij@ no sabe ni por qué lo hace. Es como el principio del fin del mundo, pues algo así. Pero no tiene por qué darse.

Si tienes un hijo en esta etapa reconocerás situaciones como son: acumular ropa sin ordenar o sucia, olvidarse o querer estudiar, pasar por la casa sin saludar, ignorar las visitas, encerarse en su dormitorio, irse de casa sin despedirse, rechazar besos y abrazos, responder con desplantes a cualquiera de nuestros comentarios, contar sus secretos a “diarios” o a cualquier otra persona que no sea sus padres, miradas asesinas, crisis de ira, llantos, enfrentamientos una larga lista de situaciones. Todas ellas son habituales y también justo las contrarias. Cada adolescente es una galaxia única.

Pero seguro que también reconocerás situaciones en ti mismo como son: responder con gritos desesperados, imponer sin justificar, llorar por que no sabes que hacer, pelearte con tu pareja por aplicar criterios diversos, salir a buscarlos en la noche, el “cámbiate de ropa”, el “no te pongas eso”, el “te vienes porque te lo digo yo”, el “deja de mirar el móvil y escúchame cuando te hablo”, el “te voy a quitar el móvil o te corto la wifi” y un centenar de frases y situaciones que también son habituales en nosotros como padres y madres. Cada familia es un universo.

Para comprender mejor que es lo que está sucediendo, debes tener presente que la principal meta de un@ adolescente es lograr la independencia. Para que ello pueda darse empezarán a alejarse de las figuras paternas, sobre todo del progenitor con quien hasta ahora había mantenido una relación más estrecha, o con quién había sido la figura de “autoridad” hasta el momento.
Esto puede ponerse de manifiesto en la tendencia a discrepar, a no querer pasar tanto tiempo con ellos como antes, a rechazar cualquier propuesta, a querer tomar sus propias decisiones, a querer participar en las decisiones familiares, a rechazar todas las normas familiares, a provocar luchas o enfrentamientos para medir sus propias fuerzas, a dudar de los límites hasta ahora establecidos. Algo parecido ya lo has vivido con él o ella, cuando se dieron las rabietas de la infancia, solo que en aquel momento eran “más fáciles de manejar” y después de cada conflicto era más sencillo recomenzar. Ahora es adulto, ahora te las guarda para mañana, ahora piensa, razona y comprende como tú lo que hay.

También debes tener presente que su cerebro continúa en modo aprendizaje, en expansión y también sus emociones. Comienzan a darse emociones que hasta ahora no se habían dado, y ahora también “siente” cosas que antes no sentía frente a sus emociones, les da nuevos significados porque está aún en construcción personal. No olvides que aún no es un cerebro adulto, pero está en ello de forma muy activa.
A medida que van madurando, los adolescentes empiezan a pensar de un modo más abstracto y racional. Se están formando su propio código ético, su propia escala de valores. Y los padres es posible que constaten que sus hijos, que antes solían conformarse o complacerles, de repente, empiezan a auto-afirmarse (y a afirmar sus opiniones propias) con fuerza y a rebelarse contra el control paterno-materno.

Y este es un momento ideal para aprender como madres y padres, es el momento de analizar detenidamente cuánto espacio le dejas para que sea un individuo independiente (al menos progresivamente independiente). Es el momento de plantearte como padre o madre preguntas como:
¿Soy un padre controlador o una madre controladora?
¿Escucho activamente y con real preocupación e interés a mi hij@?
¿Permito que sus opiniones y gustos difieran de los míos?
¿Impongo mis decisiones a mi hij@?
¿Permito que los gustos e intereses de mi hij@ modifiquen mi toma de decisiones?
No debes temer a la respuesta personal que te encuentres, sino afrontarla con valentía y deseo de mejorar como padres.

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ALGUNOS CONSEJOS BÁSICOS PARA LOS AÑOS DE LA ADOLESCENCIA
No son recetas de cocina, más bien un mapa de carreteras que puede guiarte.

Aprende de las situaciones de conflicto.
Sí, aprende del conflicto. Cuando tengas una situación en la que has visto que todo se ha ido al traste, que has perdido los nervios, que él o ella se han encerrado en su dormitorio y no te habla en dos días, ese es el mejor momento para observar que ha sucedió, intentar comprender los por qué – los tuyos y los suyos – y aprender.
En el conflicto tienes una oportunidad de conocer mejor a ese niño que está luchando por crecer y no sabe cómo hacerlo; para conocer a ese niño que quiere dejar de serlo, pero que siente pena y tristeza por dejar de serlo; para conocer a esa persona que has estado acompañando y ahora está buscando que es lo que quiere ser y hacer.
Y esto no te va a quitar ni un segundo de sufrimiento por las situaciones de enfrentamiento, pero te permitirá mostrarle a tu hijo o tu hija que conocerlo es tu principal objetivo, mostrar que sigue siendo importante para ti también en los momentos de crisis.

Aprende a identificar las señales de alarma.
Las de tu hijo y las tuyas propias.
Como he comentado, los cambios físicos, emocionales y psíquicos en los adolescentes son normales, pero un cambio demasiado drástico o duradero en la personalidad o comportamiento puede indicar que existe un problema real que requiere ayuda profesional. Mantente alerta y busca apoyo si localizas:
– aumento o pérdida excesiva de peso;
– cambios rápidos y drásticos en su personalidad;
– cambio repentino de amigos o pérdida total de amistades, aislamiento;
– empeorar en las notas de forma muy significativa – pasar de sobresalientes a suspensos;
– hablar o, incluso, bromear sobre el suicidio;
– indicios de consumo de sustancias perjudiciales como tabaco, alcohol o drogas;
– inicio de conductas de riesgo;
– problemas con la ley.
Pero también debes estar observando tus propios cambios como educador, porque los cambios también son normales y si te descubres con comportamientos excesivamente drásticos, con sentimientos y emociones muy extremas puede indicarte que no estas afrontando bien la situación. Mantente en auto observación y busca apoyo si:
– has perdido el control y estas reaccionando de manera agresiva – física o verbalmente -;
– si sales a espiar que hace cuando no está en casa;
– si estas buscando en sus cajones para ver que encuentras;
– si pretendes salir con sus amistades como “uno más”;
– si peleas con tu pareja por discrepancia de criterios.
Cualquier otro comportamiento inadecuado, de tu lado o del suyo, que dure más de 6 semanas también puede ser un signo de algún problema subyacente – familiar o personal –. En tal caso, el equipo de orientación de su centro educativo, el médico de su hijo o bien un psicólogo, podrían orientarle para encontrar la ayuda profesional adecuada.

Escoge bien tus batallas, elige bien tus armas.
Puede ser la ropa que lleva, el desorden del dormitorio, el encerrarse cuando vienen visitas, el ayudar en las tareas de la casa, las malas contestaciones o el evitar contestarte cuando le preguntas elige el momento en el que vas a poner todo tu empeño, porque tu autoridad paterna o materna no está en la imposición o el poder de establecer las normas de casa, tu autoridad está en tu capacidad de afrontar como adulto psicológicamente estable y emocionalmente equilibrado las situaciones de conflicto.
Hay cosas que son esenciales para su crecimiento y límites que son necesarios recordar – porque ponen en peligro su vida o su futuro – créeme que ellos también saben cuáles son esos límites por eso te desafían en aspectos que lo mismo puedes “renegociar” los límites. Todo adolescente sabe reconocer – ante una conducta de riesgo personal – un buen consejo a tiempo, pero elige bien el momento.
Los momentos de calma y tu propio estado de paz, quizás sean los mejores momentos en los que iniciar un diálogo sobre un tema conflictivo.

Reserva tu poder paterno/materno para los problemas serios.
En el fondo de tu corazón sabes que en muchas ocasiones les impones un modelo que tú te has creado en la cabeza sobre ellos y que crees que debe cumplirse pase lo que pase y piense lo que piense tu hijo o hija.
¿Qué más da que se corte el pelo o se lo tiña de azul? ¿qué relevancia tiene que escuche música mientras estudia si sus resultados académicos son buenos? ¿Qué importa como ordene sus libros si lee libros que aportan ideas positivas?
Evita todos los conflictos que puedas evitar, transige en todo lo que se pueda transigir y no temas ejercer tu autoridad cuando sea realmente necesario, cuando haya que cortar de raíz algún peligro.
Si no has desperdiciado tu poder paterno/materno prohibiendo mil cosas que pueden ser de otra forma, es más fácil que te obedezcan en lo que realmente importa.

Fija expectativas y límites realistas, alcanzables, adecuados y dialogados (negociados)
Ya no tienes un niño, pero tampoco tienes un adulto. Ya conoces cuales son las verdaderas capacidades, gustos e intereses de tu hijo, de tu hija; y por eso no puedes pedirle cosas no pueda alcanzar a hacer, pero tampoco puedes pedir que tenga comportamientos inapropiados para su edad.
Es muy probable que las expectativas que tienes sobre tu él o ella, difieren mucho de las que ellos mismos se están planteando en este momento. Pero, también necesitan conocer y entender que sus padres se preocupan lo suficiente por ellos como para esperar cosas determinadas como serán sacar buenas notas, comportarse correctamente, respetar las normas familiares o responsabilizarse de sus actos.
Si las expectativas que tienes de tus hijos adolescentes son apropiadas, es más probable que intenten cumplirlas. Si tienes tus expectativas no son razonables, es posible que aparezca la frustración y el sentimiento de que sus padres no le conocen y no saben que es lo que desea o quiere y de ahí se alimente el rechazo.

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Respeta su intimidad.
A algunos de nosotros como padres y madres, comprensiblemente, nos cuesta mucho respetar la intimidad de nuestros hijos e hijas. Hasta ahora los hemos visto como niños sentimos que todo cuanto hacen es asunto nuestro. Pero claro, para ayudar a su hijo o hija a convertirse en un adulto joven, deberá respetar su intimidad, debe mostrarle que la valora.
Claro que, si detectas señales de alarma que te indique que puede tener problemas o conductas de alto riesgo, entonces no tendrá más remedio que invadir su intimidad hasta llegar al fondo del problema, pero si consigues hacerlo desde la calma, el diálogo, la comprensión y la búsqueda de soluciones siempre será mucho mejor.
Esta esta invasión de la intimidad, será puntual y concreta en un tema, salvo que de la mano de un profesional – porque el caso lo requiera – se vea necesario actuar de otra forma.
Pero, en caso contrario, deberá mantenerse al margen. Siempre que así lo desee su hijo.
En palabras concretas, el dormitorio de un adolescente, sus libros, sus correos electrónicos y sus llamadas telefónicas deben ser algo completamente privado. Tampoco debe esperar que su hijo comparta con usted todas sus ideas o actividades. Está claro que, por estrictos motivos de seguridad, usted siempre debe saber dónde está, qué está haciendo, con quién está y cuándo volverá su hijo, pero no necesita conocer todos los detalles.
Empiece por la confianza. Deje que su hijo sepa que usted confía en él. Pero, si se rompe la confianza, su hijo deberá disfrutar de menos libertades hasta que la recupere. Y esto es aplicable en las dos direcciones, es decir, cuando usted rompa la confianza que había depositado su hijo, no espere que se la devuelva de manera inmediata.

Supervise, pero no espíe.
Desde las redes sociales, los programas de televisión, los libros, el uso del ordenador, internet, YouTube es necesario establecer normas y límites, pero no las imponga. Explique de forma abierta las razones familiares y lo que esperas de él/ella. Es necesario limitar tiempos, horarios y lugares de uso, así como conocer que es lo que aprende su hijo en los distintos medios de comunicación que hoy día existen, así como con quién se comunica por medio de internet o redes sociales.
Hasta donde establecer los límites y hasta donde conocer, pues es bien sencillo ¿si tuviera que explicarle a su hijo con quien se comunica en sus redes sociales, que lee, que visualiza en televisión, como son sus amistades, como lo haría? Pues es exactamente lo mismo, pero en la dirección contraria.
La confianza y la transparencia familiar son la mejor herramienta, pero eso implica que usted como madres y padre también deberá hacer un ejercicio de confianza y transparencia con su hijo/a si así se lo demanda. Recuerde que están aprendiendo a ser adultos, y aunque no se lo digan, lo tienen a usted como un modelo más.

Mantén la calma.
Es la única arma que tienes para mostrarle que tú si eres una persona adulta, estable y emocionalmente equilibrada. Y sé que esto es más sencillo decirlo que hacerlo, en especial ante conductas o situaciones de alto riesgo personal, pero no ganas nada si a la situación de conflicto le sumas más tensión por tu parte.
El enfado, genera enfado. La imposición, genera rechazo. Los gritos, generan “sordera neuronal” y mal entendidos. Las malas palabras, enturbien todo el mensaje. El tono de voz, no te da la razón. La agresividad verbal, genera agresividad. Levantar la mano, autoriza a la defensa.

Establezca normas apropiadas y no de cualquier manera.
Cada edad tiene sus hábitos adecuados de sueño, higiene, ritmos de vida, calma, ejercicio, entre otros.
Los adolescentes todavía necesitan dormir de 8 a 9 horas por la noche, porque es cuando su cerebro establece el mayor número de enlaces, es cuando su psique asimila la información y vivencias. Menos horas vuelven a la persona adolescente demasiado inestable.
Establezca normas desde el diálogo familiar y escuchando sus necesidades de manera real. Y cuando su hijo sea una persona digna de confianza recompense con límites más laxos, volviendo a negociar normas.
¿Respeta la “hora de recogida” de las 22:00h los fines de semana? En tal caso, muestra que confías en él o ella y que crees que puedes modificar ese límite, ¿quieres que hablemos del horario de los fines de semana?
¿Tiene un adolescente que participa de forma activa y tranquila en las últimas actividades familiares? Plantéale si quiere hacer alguna actividad diferente, déjele que elija e incluso que alguna no sea en familia.
Decida conjuntamente con él/ella cuáles son sus expectativas y no se sienta ofendido cuando no quiera pasar tanto tiempo con usted como antes. Piense en su propia adolescencia: probablemente usted sentía lo mismo con respecto a sus propios padres, porque deseaba ser más independiente.

No te olvides del humor.
Se cazan más moscas con miel que con vinagre. Sé que os resulta muy complicado tener buen humor e incluso bromear con algunas situaciones que estáis viviendo con vuestros hijos adolescentes, pero en todas aquellas ocasiones que puedas hacerlo hazlo. Aplicar el humor transmite a tus hijos que a pesar de todas las dificultades que estáis viviendo juntos en esta etapa, seguís siendo felices de ser sus padres que no os arrepentís de serlo.
Es necesario que le recuerdes lo mucho que lo quieres, lo mucho que la quieres porque transmites que aceptas como es, que aceptas su forma de ser, de vivir y de pensar, aunque dentro de unos años todo vuelva a cambiar. Recuerda que está en crisis personal y puede ser que ni ellos mismos se acepten tal y como están ahora, que no quieran comportarse como lo hacen, así que no está mal que tú si le muestres aceptación. Y todo ello con mucho humor, siempre a tu estilo.

Muestra interés real.
Tenemos que enterarnos de lo que les gusta para poder hablar con ellos, para tener puentes de comunicación. No puedes dar por supuesto que ya los conoces, porque están en evolución. Desde conocer su grupo musical favorito, sus actividades de ocio, su último mensaje de Snapchat, el último consejo de su youtuber predilecto o el próximo libro que quiere leer.
Y no debe ser por controlar lo que leen o ven, sino que debe ser por verdadero interés de conocer, mostrando interés con escucha activa, dejando que te cuenten todo lo que deseen. Estarás transmitiendo que quieres conocer por que te interesa ella o él como persona.
Y claro, ya sé que siempre me decís que no sabéis nada de las ultimas app o de redes sociales…que tal si le pides que te enseñen ellos mismos, muéstrate «indefenso» en ese tema y deja que sea protagonista y que tiene mucho que enseñarte, además así interactuarás y aprenderás mucho de apps, redes sociales, nuevas series, video-juegos e incluso libros.

Busca un hobby común.
Una buena idea para lograr establecer un nuevo vínculo, o de restablecer los lazos que se han perdido con las primeras crisis adolescentes, puede ser elegir un hobby para hacer en común. Y no tengo que decirte que debéis elegirlo los dos tu como padre o madre con tu hijo o hija.
Puede ser algún deporte como correr por las tardes, montar en bici, andar, jugar al tenis, cuidar una mascota o acudir a clases de zumba. Incluso puede ser simplemente ir de compras, cortarse el pelo, juegos de mesa, manualidades o reparar cosas en casa.
Para mejorar en las relaciones con un adolescente hay que compartir tiempo, comprender y sufrir sus reacciones. Un hobby puede ser el momento adecuado – marcado por la calma, el disfrute y el buen humor – para establecer ese momento de comunicación semanal.

Intenta ver sus cualidades y hazlas explícitas.
Busca el lado bueno, siempre lo hay. Seguro que tu hijo o tu hija hace muchas cosas bien a lo largo del día, e incluso las que hace mal no las hace todo el rato. En vez de convertirte en el típico padre o madre cascarrabias, rumiando continuos reproches esfuérzate por buscar cosas positivas, recordarlas y nombrarlas en voz alta.
Descubrirás que incluso algunas cosas que te parecían mal se pueden interpretar de otra manera. Mira cómo cambia este ejemplo: “Otra vez lo has dejado todo para la última hora, ¿crees que harás en una noche lo que no has hecho en todo el trimestre?”
Comparado con: “Ayer te quedaste estudiando hasta muy tarde, veo que este trimestre te lo tomas en serio”.
Esto no va a solucionar lo que para ti es un problema, de dejar para el final las soluciones, pero si cambia tu forma de valorar las situaciones y a saber elegir bien tus batallas.

Y claro, no puede faltar la pregunta que todas las familias me lanzan cuando me piden apoyo profesional: ¿Se acabará esta situación alguna vez?
Lo que está cambiando de forma irremediable es que tu hijo, tu hija, va a ser cada día más independiente, cada vez te necesitará menos. Eso tienes que asumirlo, aunque no quite que sigas estando ahí acompañando en el silencio.
Sí va a cambiar, e iréis notando, que disminuyen los momentos de crisis y se dilatan cada vez más en el tiempo; siempre que hayas estado construyendo desde el cariño, el respeto, la autoridad positiva, el diálogo y la adultez madura.
Conforme avanzan los años de la adolescencia irás viviendo como la estabilidad emocional de tus hijos va siendo la protagonista de su vida. Al final se convertirá en un joven independiente, responsable, estable emocionalmente, con una autoestima ajustada, con alta capacidad de diálogo, capaz de tomar bien sus decisiones y comunicativo.

Cuando vuelvas a mirar a tu hija o hijo, te recomiendo que tengan en la cabeza la siguiente idea: ¡Estamos pasando por esto juntos y también lo superaremos juntos!
Porque eso te programará como madre o padre a estar construyendo de forma positiva y a comprender que ellos no son el problema.

Algunas lecturas recomendadas si quieres seguir aprendiendo:

– Brad Wilcox, Jerrick Robbins (2016): Cómo abrazar a un erizo. Ed. Urano.
– Eline Snel (2015): Respirad, Mindfulness para padres con hijos adolescentes. Ed. Kairós.
– Rocío Ramos-Paúl (2014): Un extraño en casa. Tiembla… llegó la adolescencia. Ed. Aguilar.
– Sonia Cervantes (2013): Vivir con un adolescente: Entenderte con tu hijo es posible. Ediciones Oniro.
– Christine M. Benton (2011): Adolescentes desafiantes y rebeldes: 10 pasos para solucionar los conflictos y mejorar la convivencia (Guías para Padres). Ediciones Paidós.
– Juan M. Fernández Millán (2002): Manual para padres desesperados… con hijos adolescentes. Ed. Pirámide.

Ya sabes algo más sobre cómo funciona la mente adolescente y tienes algunas estrategias para hacer una vida feliz dentro de tu familia. Si tienes problemas de gestión familiar y ya no sabes cómo resolverlo no dudes en llamarme, seguro que encontraremos juntos como seguir avanzando.

Javier Medina – Psicopedagogo
Creador del Método Handudy® Thinking